BMW celebra el legado de Nelson Piquet: un tributo sobre ruedas al tricampeón mundial. En el histórico circuito de Estoril, el rugido del Brabham BMW BT52 Turbo volvió a resonar.

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Cuarenta años después de conquistar la cima de la Fórmula 1, Nelson Piquet se reencontró con los autos que marcaron su vida y con la historia que él mismo ayudó a escribir.
El homenaje, organizado por BMW Group Classic junto a Dener Motorsports, fue mucho más que una exhibición: fue un viaje en el tiempo que celebró la pasión, la velocidad y el vínculo eterno entre un piloto legendario y una marca que redefinió la era turbo en la máxima categoría del automovilismo.
Una historia que volvió a encenderse en Estoril
El emblemático Circuito de Estoril, en Portugal, fue el escenario elegido para rendir tributo al tricampeón brasileño. Allí, Piquet volvió a subirse al Brabham BMW BT52 Turbo, el monoplaza con el que en 1983 se consagró campeón del mundo, marcando un hito histórico: el primer título de Fórmula 1 ganado con un motor turbo.
A su lado también estuvo el BMW M1 Procar, con el que el brasileño dominó la serie monomarca en 1980. Dos joyas de la ingeniería automotriz que, tras décadas de silencio, volvieron a rugir bajo las manos de su piloto original.
Durante el fin de semana, Piquet realizó pruebas y vueltas de honor, compartiendo pista con viejos compañeros de equipo, entre ellos Bernie Ecclestone —entonces propietario de Brabham— y Gordon Murray, diseñador del mítico BT52. Fue una reunión cargada de emoción, nostalgia y respeto por una época en la que el automovilismo se vivía con alma y sin filtros.

Un reencuentro con la historia
La última vez que Nelson Piquet había conducido su Fórmula 1 fue en 2015, durante un evento de Leyendas en Spielberg, Austria. Diez años después, el piloto brasileño viajó desde su país natal para volver a sentir la fuerza de los motores que lo llevaron a la gloria.
Los mecánicos de BMW Group Classic se encargaron de restaurar y preparar los autos para que estuvieran en condiciones impecables, garantizando que cada detalle —desde el rugido del turbo hasta la sensación del volante— fuera fiel al espíritu original.
Piquet, visiblemente emocionado, definió al Brabham BMW BT52 Turbo como “una obra de arte” y recordó que aquellos años fueron los mejores de su vida. “Pasé más de 33.000 kilómetros probando ese coche. En ese entonces todo era más personal, más familiar. Éramos un verdadero equipo”, comentó el tricampeón, dejando ver la conexión humana que existía detrás de cada victoria.
El poder de una alianza que cambió la F1
La relación entre Nelson Piquet y BMW marcó una etapa dorada para la Fórmula 1. En 1983, el piloto brasileño logró lo impensado: conquistar el campeonato con un motor turbo desarrollado por BMW, que debutaba en la categoría apenas un año antes.
El secreto del éxito, según el propio Piquet, fue la capacidad de innovación. BMW introdujo sistemas de telemetría que permitían analizar los datos del motor, una revolución para la época. Esa tecnología fue clave para resolver problemas técnicos en tiempo récord, consolidando a la escudería Brabham como un laboratorio rodante de velocidad y precisión.
Pero más allá de la ingeniería, lo que quedó grabado fue la sinergia entre el talento de un piloto audaz y la ambición de una marca que no temía desafiar los límites. “Desarrollamos el coche y el motor en 1982, y ganamos el título en 1983. Fue fantástico”, recordó Piquet.

Un legado que sigue acelerando corazones
El homenaje en Estoril no fue solo una celebración del pasado, sino una afirmación de lo que BMW representa en el automovilismo: innovación, emoción y respeto por su historia.
Con tres títulos mundiales (1981, 1983 y 1987), 23 victorias en Grandes Premios y un carisma inconfundible, Nelson Piquet sigue siendo una figura que inspira a generaciones de fanáticos.
Verlo nuevamente al volante, con la mirada fija en la pista y el rugido del turbo de fondo, fue un recordatorio de que la verdadera velocidad no se mide en segundos, sino en recuerdos.
Y en Estoril, aquel fin de semana, BMW y Piquet demostraron que los grandes íconos nunca se detienen: solo esperan el momento justo para volver a acelerar hacia la eternidad.
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