Flotas comerciales eléctricas: ahorro, sostenibilidad y futuro para Colombia: El transporte productivo colombiano enfrenta una transformación clave. El ingreso de vehículos comerciales eléctricos está redefiniendo los costos, la operación y la sostenibilidad en un sector que representa una parte esencial de la economía nacional.

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Ahorros que cambian el panorama empresarial
En un país donde los costos logísticos han sido históricamente un desafío para la competitividad, los números de la movilidad eléctrica son contundentes. Mientras operar con diésel cuesta en promedio $600 COP por kilómetro recorrido y con gasolina cerca de $405 COP, un vehículo eléctrico reduce ese valor a un rango de $190 a $240 COP. Es decir, más del 50 % de ahorro en combustible.
A esto se suman menores gastos en mantenimiento. La ausencia de piezas como filtros, embragues o sistemas de escape implica menos intervenciones técnicas y mayor disponibilidad del vehículo. El resultado: una operación más rentable y eficiente para empresarios de todos los tamaños.
Beneficios tributarios que impulsan la transición
El entorno regulatorio en Colombia también favorece la adopción de flotas eléctricas. Los incentivos incluyen IVA reducido al 5 %, cero aranceles de importación y la exención de restricciones como el “pico y placa” en varias ciudades. Además, las empresas pueden deducir hasta el 50 % del valor del vehículo en el impuesto de renta durante los primeros 15 años de operación.
Este paquete de beneficios convierte a la movilidad eléctrica en una estrategia no solo ambiental, sino también financiera, capaz de fortalecer la rentabilidad de pequeños emprendedores y grandes corporaciones por igual.

Una contribución real al medio ambiente
Más allá de los números, el impacto ambiental es otro de los grandes atractivos. Estudios del Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT) y la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) estiman que los vehículos eléctricos reducen hasta en un 67 % las emisiones de carbono frente a sus equivalentes a combustión.
En un país donde el transporte de carga concentra una alta proporción de emisiones contaminantes, esta transición se convierte en un aliado estratégico para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las metas de transición energética impulsadas por el gobierno nacional.
Farizon y el modelo integral
Un ejemplo de este nuevo enfoque es Farizon, marca que acaba de iniciar operaciones en Colombia. Su propuesta va más allá de vender vehículos: ofrece infraestructura de carga, software de gestión de flotas, soporte técnico y soluciones financieras, creando un ecosistema que reduce barreras de entrada y facilita la adopción rápida de esta tecnología.
“La movilidad eléctrica debe ser rentable, accesible y útil desde el primer día”, asegura Diego Zárate, gerente de marca de Farizon en Colombia. Su visión es clara: proveer herramientas que no solo beneficien a grandes operadores logísticos, sino también a empresarios familiares, emprendedores y microempresarios que cuentan con un solo vehículo para operar.
Un efecto multiplicador en la economía
La transición hacia flotas eléctricas no solo mejora la competitividad de quienes adoptan estas tecnologías. También genera un impacto positivo en la cadena de valor: abre espacios para proveedores de servicios de carga, empresas de mantenimiento especializado, software de gestión energética y programas de capacitación técnica.
De igual manera, fortalece la capacidad del país para participar en licitaciones internacionales con criterios ambientales más estrictos, lo que abre nuevas oportunidades de negocio para operadores colombianos.
De la tendencia a la transformación estructural
El auge de los vehículos eléctricos comerciales demuestra que no se trata de una moda pasajera, sino de un cambio estructural en la manera de mover bienes y servicios. La presión por reducir emisiones, los incentivos tributarios y los ahorros tangibles en operación marcan un camino claro: el futuro de las flotas en Colombia será eléctrico.
Las empresas que ya están migrando hacia esta tecnología se convierten en pioneras de una nueva etapa de movilidad que promete no solo eficiencia y rentabilidad, sino también una contribución decisiva al medio ambiente y a la salud pública.
Un futuro más limpio y rentable
Colombia se encuentra en un punto de inflexión. Lo que comenzó como una opción limitada hoy se presenta como la mejor alternativa para modernizar el transporte productivo. Cada kilómetro recorrido por una flota eléctrica no solo representa menos gasto para el empresario, sino también menos emisiones para el país.
El reto ahora está en acelerar la infraestructura de carga, masificar los beneficios tributarios y garantizar que tanto pequeños como grandes operadores encuentren en la movilidad eléctrica una herramienta confiable para crecer.
En ese camino, las flotas comerciales eléctricas no solo cambiarán la forma de hacer negocios, sino también el aire que respiramos.
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